jueves, 8 de enero de 2015

CONTRA EL DOGMATISMO EN TODAS SUS FORMAS

Cuando en 1952 George Brassens presentó Le Gorille la sociedad francesa se sacudió; la canción habla de un gorila que consigue escapar de su celda del zoo y viola a un juez, que durante el acto acaba llorando y llamando a su madre, tal y como había hecho el hombre que esa misma mañana había sentenciado a muerte... para mi gusto una canción bastante zafia, me gustan mucho más otras obras de Brassens. Pero es innegable que tuvo una virtud, abrió nuevas posibilidades en la canción francesa, una vez que se publicó no se abrieron los cielos y la sociedad degeneró hasta algo parecido a Sodoma y Gomorra, no, no pasó nada. Se posibilitaron nuevos canales de expresión artística. La tolerancia de la sociedad francesa se amplió.
Cuando en los años 60 en la España franquista se estreno Cleopatra se produjeron disturbios en varios cines por parte de fascistas que veían como inmoral que Elizabeth Taylor enseñase más parte de su cuerpo de lo que consideraban oportuno. La sociedad española de aquel entonces lo aceptó, imbuida como estaba entonces en la censura que envolvía todos los ámbitos de la vida, la película fue un éxito taquillero, pero se veía con vergüenza.
El asesinato de dibujantes satíricos ayer me ha traído a la cabeza estos dos ejemplos sobre como una sociedad es capaz de gestionar la libertad de expresión y lo que supone renunciar a ella. La España franquista fue capaz de tener sometida a la gran mayoría de su población, incluso mucho tiempo después de desaparecer su cabeza visible, extendiendo sus tentáculos hasta nuestros días.
Lo que pasó ayer en Francia es muy similar, la obra de fanáticos, que además flaco favor hacen a su causa (ya veremos como se extienden las repercusiones, precisamente contra aquellos que estos individuos dicen defender y vengar).
El Arte (así, con mayúsculas) tiene que ser transgresor, nos guste o no nos guste, nos ofenda o nos produzca placer... pero debe romper con lo establecido. El Arte tiene que ser la puerta que nos abra caminos nuevos por los que poder transitar; y precisamente por eso lo odia el poder. Por eso se censuraron las portadas de El Jueves, no hace tanto tiempo, los mismos que hoy gritan por la libertad de expresión (siempre que ellos estén de acuerdo).
Al poder, ya sea el político o el de las armas, le gustaría llamar arte a la producción manufacturada, políticamente correcta, que alabe sus grandes logros y que disimule sus fracasos. Pero el ser humano no puede resistir esa presión y acaba creando algo que se sale de los márgenes marcados.
Y eso es intolerable para los que no son capaces de entender que la Historia no ha terminado, que nos queda mucho que aprender y avanzar, y que lo haremos juntos. Por suerte, somos muchos más lo que lo entendemos.
Hoy je suis Charlie.

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