martes, 21 de julio de 2015

HÉROES, VILLANOS Y CONDICIONANTES POLÍTICOS. DE LA VENGANZA DE LOS SITHS A UNA NUEVA ESPERANZA.

“Supongamos incluso que el correo de mañana traiga una penosa noticia: el estallido de la insurrección fue reprimido una vez más. Exclamaremos entonces, una vez más: ¡Viva la insurrección!”

Lenin, 17 (4) de Octubre de 1905.



De héroe a villano en apenas unos días, el primer ministro griego Alexis Tsipras ha pasado de ser la gran esperanza de la izquierda europea a una copia de Anakin Skywalker en La venganza de los Siths.

Todas las ilusiones depositadas en la lucha de David contra Goliath se han desvanecido con la aceptación, por parte del gobierno encabezado por Syriza, de las leoninas condiciones de la Troika. Menos mal que nos queda Obi Wan Varoufakis para mantener al menos una pizca de sueños en el futuro.

Pero es un buen momento, más allá de los paralelismos frikis, de pararnos a reflexionar y ver qué enseñanzas podemos sacar de estos días en los que estábamos más pendientes de lo que sucedía en Grecia que de cualquier otra cosa.

Mi tesis de partida pasa por reconocer que, pese a todo lo que quisimos imaginar, era imposible que el gobierno griego pudiese plantarle cara a la Unión Europea (quizás podía haber peleado más, pero nunca sabremos el contenido real de las reuniones en que se trató el asunto). Un desplante con su posterior salida del euro, en las condiciones actuales (esto es importante, ¡en las condiciones actuales!) hubiese conducido a un levantamiento violento en el país heleno, debido a la injerencia europea, desarrollando un bloqueo económico, si no reconocido al menos si de facto, y estadounidense, motivado en este caso por el obligatorio acercamiento que Grecia habría tenido que desarrollar hacia Rusia (y quizás China), que haría tambalear el equilibrio geoestratégico del Mediterráneo. Además no olvidemos el papel ejemplarizante que se le ha querido aplicar a Syriza durante todo el proceso, que parece obvio que se habría recrudecido en el caso de no aceptar las medidas por miedo de los países centrales de la UE de que pudiese servir de guía a Portugal, España, Italia...

Que nadie se llame a engaño, el domingo del referéndum estaba bailando Sirtákis para celebrar la victoria, colgué artículos de apoyo a Syriza y mandaba a callar a todos cada vez que salía una noticia griega en la tele... pero los acontecimientos posteriores hacen necesaria una reflexión.

La opción de admitir que Tsipras es un traidor y que se ha vendido a los grandes poderes financieros sienta bien, nos permite de alguna manera relajarnos y esperar a que llegue alguien que no se venda y que, este sí, hará la Revolución. Pero por desgracia pienso que no es así.

Creo que el problema viene de mucho más atrás y no se ha sabido perfilar la estrategia adecuada capaz de adecuarse a la situación concreta, y tenemos que abrir este debate porque hay posibilidades de que en otros países, incluso en el nuestro, en el medio plazo tengamos una situación parecida.

Veamos de dónde venimos para ver dónde estamos. En las últimas décadas las fuerzas políticas socialdemócratas y las de izquierda transformadora, además de los sindicatos, se adecuaron a una táctica de colaboración social que ha terminado por convertirse en su estrategia única. En su inicio tuvo su sentido, ya que en la correlación de fuerzas existentes permitía un desarrollo del estado del bienestar, permitía aumentar el nivel de vida de la clase trabajadora con un grado mínimo de enfrentamiento, alguna Huelga General, movilizaciones... pero, tenemos que reconocer, de baja intensidad. Existía un pacto histórico desde el final de la II Guerra Mundial entre el Capital y el Trabajo. El problema actual es que ya hace varios años que los representantes del Capitalismo han decidido romperlo y pasar a la ofensiva, acabando con los rasgos distintivos del estado del bienestar y de paso, arrinconando a los sindicatos y a la izquierda transformadora


El papel histórico de la socialdemocracia ha sido administrar este pacto entre clases, su objetivo no es representar a los trabajadores, si no hacer de puente entre las distintas clases dentro de una economía capitalista regulada. En este sentido (esto es mucho más visible fuera del estado español, ya que la dictadura franquista y el apoyo al PSOE por parte de la socialdemocracia alemana(!) aceleraron este proceso) estos partidos pasaron de ser organizaciones de masas a convertirse en aparatos fuertemente burocratizados, muy integrados en el aparato estatal, que pusieron los cimientos de la aparición de una nueva élite política (o casta, como está de moda llamarla ahora).

Cuando los propietarios capitalistas optan por romper el pacto mencionado, la socialdemocracia se encuentra en un callejón sin salida, integrados como estaban en el aparato estatal comienzan una espiral descendente hacia el infierno neoliberal, del que acaban aceptando sus postulados. Son precisamente ellos los que más contribuyen a la desregularización, la privatización y el desmantelamiento del estado del bienestar (por recordar un caso patrio, la reforma del 135 del PSOE en connivencia con el PP en condiciones de nocturnidad y alevosía). De hecho, cuando los gobiernos socialdemócratas fueron mayoría por primera y última vez en la historia de la UE, a finales de la década de 1990, no se produjo cambio alguno en las políticas neoliberales de la Unión Europea.

El nudo Gordiano de la socialdemocracia en la actualidad es que las políticas keinesianas que defienden violan los tratados y leyes que ellos mismos aprobaron; ahora mismo se encuentra arrinconada entre las presiones de una revuelta social y su fidelidad al neoliberalismo europeo

Y claro, como en esta vida todo es dialéctico, este proceso también ha afectado a los partidos a la izquierda de la socialdemocracia. En aquellos países donde han entrado en coalición con la socialdemocracia se han convertido en rehenes de las políticas neoliberales, por lo que han perdido su capacidad en erigirse como una alternativa creíble, al no se capaces de visualizarse como críticos coherentes con el sistema. El surgimiento espectacular de Podemos en España el último año tiene que ver mucho con esto, pero ha cometido el mismo error, en lugar de constituirse realmente como antisistema y trabajar en la alternativa, se ha amoldado al sistema, rebajando su discurso.

En el caso griego Syriza ocupó el espacio socialdemócrata, vacío por el hundimiento del PASOK, mientras que el KKE ocupaba el de izquierda revolucionaria. En ambos casos se cumple lo anteriormente dicho: la nueva socialdemocracia, incluso con voluntad de superación del neoliberalismo pero fiel a su papel de mediadora entre las clases, no puede enfrentarse a la voluntad capitalista; y por otro lado, la alternativa comunista no es capaz de enganchar con el pueblo griego al nivel de convertirse en opción de gobierno (históricamente el KKE se ha mantenido en posturas ortodoxas y raramente ha pactado con la socialdemocracia, pero su gran problema es el no haber construido una alternativa que se considere viable para un nuevo modelo de país).

Parece bastante obvio que la izquierda alternativa tendrá que buscar una reestructuración política, donde debe jugar un papel clave el movimiento obrero, que de momento está sumido en una crisis similar. Solo desde la conjunción del mundo del trabajo, del sindicalismo, y de las fuerzas políticas antineoliberales se podrá crear una respuesta real y coherente con los retos actuales, y sobre todo, recuperar la hegemonía del discurso de izquierdas.

El discurso en Grecia muestra claramente lo que queremos decir sobre la hegemonía como bien explica el siguiente texto: “Por ejemplo, la productividad laboral había aumentado en Grecia el doble que en Alemania entre 1999 y 2009. Según las estadísticas de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), los griegos trabajan en promedio muchas más horas al año que los noruegos (2.252 frente a 1.422) o los alemanes (1.430). Aunque algunos grupos profesionales tienen una edad de jubilación temprana, las pensiones por jubilación anticipada son tan bajas que casi nadie puede acogerse a ellas. Por ejemplo, solo treinta o cuarenta de los 20.000 conductores de autobús de Atenas han utilizado la teórica opción de retiro anticipado a los 55 años. La verdadera edad media de jubilación en Grecia es de 60,9 años para las mujeres y 62,4 años para los hombres; más elevada que en Alemania, donde los políticos de derechas no han dejado de basarse en todos esos mitos. Las élites sociales y los principales medios de comunicación afirmaron que los trabajadores griegos se habían permitido privilegios carentes de toda base económica. Y todo ello se está utilizando ahora como propaganda para legitimar el ataque generalizado al Estado del bienestar, mientras se protege al capital financiero”.

Los medios de comunicación de masas están totalmente entregados a los poderes financieros, lo que explica la cantidad de falsedades y mentiras que recibimos continuamente, con la intención de condicionar nuestro entendimiento de la realidad, es decir, la asunción del pensamiento dominante.

En todo este contexto nos encontramos con que una fuerza política formada por socialistas de izquierdas y comunistas escindidos del KKE llegan al poder tras varias elecciones en pocos meses. Michael Hudson, profesor de la Universidad de Missouri, decía lo siguiente que puede servir de marco a la situación que se encuentran al acceder al poder institucional “La Comunidad Europea está utilizando la crisis bancaria de las hipotecas y la innecesaria prohibición de que los bancos centrales inyecten capital para subsanar los déficits presupuestarios de los Estados como una oportunidad para multar a los gobiernos e, incluso, forzar su bancarrota si no aceptan reducir los salarios… «O te sumas a la ofensiva contra los trabajadores, o te destruiremos», les dice la CE a los gobiernos. Tal imposición precisa de una dictadura, y el Banco Central Europeo (BCE) se ha hecho con el poder que antes tenían los gobiernos electos. La nueva oligarquía financiera actual celebra la «independencia» de este con respecto al control político como un «dechado de democracia»… Europa está entrando en una era de gobierno totalitario neoliberal”.

Tras tensar la cuerda, enfrentarse a los postulados alemanes y convocar un referéndum, Grecia acaba cediendo a las presiones y acepta un “acuerdo” con peores condiciones incluso que las iniciales. La pequeña aldea gala (helena) no es capaz de resistir al imperio. Como decíamos al principio, las amenazas (que quizás nunca conoceremos, pero que podemos imaginar) hicieron que al gobierno le temblaran las piernas y se bajase los pantalones. Pero es que en el marco de juego era imposible resistir, no había herramientas que permitiesen rebajar las condiciones, más allá de la salida del Euro, con lo que ello comporta. Y un solo país en Europa, sin el apoyo de alguna potencia económica no puede jugar a eso. La recuperación del dracma traería consigo en una primera etapa un empobrecimiento de la población, una contestación a la política del gobierno, influida y amplificada por la propia UE encabezada por Alemania y un muy posible levantamiento (¿A nadie le pareció curioso que en las primeras propuestas de Syriza no se tocase como sí pedía la UE el presupuesto de defensa? ¿No tendrá que ver con la amenaza del ruido de sables del que aquí en España sabemos un poquito?), acompañado de un ascenso electoral y social de la extrema derecha.

Juntándolo todo, la situación era insostenible para el gobierno griego que, entiendo, no estaba dispuesto a asumir el coste de la salida.

Este proceso nos enseña que en un marco general el gobierno de una fuerza de izquierdas con voluntad transformadora en el marco de la UE se encuentra con una serie de condicionantes que conviene no despreciar, por ejemplo:

  1. El déficit democrático. Este punto ha caracterizado a la UE desde su nacimiento, pero se ha acrecentado en los últimos años con los diversos tratados y leyes aprobados. Como muestra podemos señalar el proceso de negociación del TTIP en el que ahora mismo está inmerso el Parlamento Europeo y como se está desarrollando (parlamentarios que no pueden conocer el texto, negociaciones secretas...)
  2. La constitucionalización del neoliberalismo. El neoliberalismo se ha convertido en el sistema económico de la UE, y todas las decisiones están obligatoriamente supeditadas a él.
  3. La irreversibilidad de la legislación El proceso de toma de decisiones de la Unión Europea hace que los principios que acabamos de especificar sean prácticamente irreversibles. Aunque todos los Estados miembro poseen una cierta protección institucionalizada de las propias constituciones (por ejemplo, el requerimiento de una mayoría cualificada, de dos tercios o tres cuartos, para introducir cambios en la constitución), en la Unión Europea es precisa la unanimidad para cambiar los tratados. Eso significa que la posibilidad de modificar cualquiera de los tratados de la UE en un sentido progresista mediante un proceso político ordinario es casi inexistente. Un solo gobierno de derechas de un solo Estado miembro puede impedirlo.
  4. El euro como corsé económico En cuarto lugar, la existencia del euro, actualmente adoptado por 17 de los 28 Estados miembro, supone para muchos de los países un verdadero corsé económico. Mientras la economía y la productividad evolucionen de forma distinta en los Estados miembro de la eurozona y no exista un presupuesto significativo destinado a la reducción de las desigualdades económicas, los países necesitarán políticas monetarias distintas. Hoy en día, es Alemania, la «locomotora económica» de Europa, la que más se beneficia de ello, con su estrategia de salida de la crisis a través de la exportación. Mientras tanto, los países más severamente afectados por las deudas y la crisis (como Grecia, Irlanda, Italia, Portugal, España y Chipre) son los perdedores. Estos últimos no poseen una divisa propia que puedan devaluar para abaratar las exportaciones y encarecer las importaciones. Los países con un consumo interior más elevado y menor competitividad se ven obligados a llevar a cabo una llamada «devaluación interna», es decir, a incrementar la competitividad mediante recortes salariales y disminución del gasto público, lo que está ciertamente de acuerdo con el proyecto neoliberal de la UE, pero resulta devastador para el desarrollo económico y social de los países. Este corsé económico puede contribuir, además, a generar contradicciones entre los intereses de los trabajadores de países que requieren políticas económicas muy diferentes.

Nos hallamos pues en una situación paradójica en la que el “proyecto de paz de la UE” representa hoy en día la mayor amenaza para la unidad europea.

Un solo gobierno nacional enfrentado a la poderosa maquinaria financiera y política de la UE no tiene posibilidades de victoria, por lo que, visto a posteriori, la estrategia Tsipras ha sido vana, y más aun sin tener un plan B preparado para cuando fallasen (que iban a fallar) las negociaciones.

Pensando en el futuro e intentando extraer enseñanzas, la gran disyuntiva es si podemos esperar que la UE se puede cambiar desde dentro, a través de la suma de varios gobiernos con aspiraciones transformadoras y con una amplia movilización social que los respalde y azuce. O si por el contrario la única salida es que varios estados salgan del euro y la UE y forzar la construcción de una nueva Europa social y solidaria.

En cualquiera de los dos casos vamos a necesitar urgentemente la construcción de un bloque social y político de movilización que sea capaz de dar respuesta en las calles a las agresiones económicas, desarrollando la solidaridad de clase (porque la pelea va a ser larga y dura, necesitaremos de la unidad de las trabajadoras para resistir) e ineludiblemente debe ser de carácter europeo, las luchas no son ya nacionales si no, al menos, continentales. En el fondo no hay más salida que acabar con la Paz Social, lo que tendrá sus costes, seguro, pero la alternativa será mucho peor.

Murray Smith, socialista escoces planteó “En cualquier escenario, el movimiento obrero presenta una debilidad estructural que otorga ventaja al gobierno y a las clases dirigentes. Dicha debilidad es política, y consiste en la carencia de una alternativa creíble, visible, al neoliberalismo”. Y aquí viene el mayor reto, ¿seremos capaces de construir esa alternativa creíble o seguiremos enzarzados en zarandajas y tonterías? La alternativa será europea o no será; será de la unión de todas las fuerzas enfrentadas al sistema dominante, o no será; irá de la mano de la movilización social o solo servirá para legitimar un sistema que cada vez está más podrido.

El nudo gordiano consecuencia de las políticas interclasistas solo podremos deshacerlo cortándolo por la mitad, construyendo una política de clase donde asumamos que la negociación ya no es posible, los de enfrente han cerrado la puerta a ese camino. Pero para poder blandir la espada necesitamos la fuerza de todos y todas.


Empieza el Episodio IV, A New Hope, una nueva esperanza. Nos toca organizar a todos los rebeldes en contra del imperio.