martes, 16 de junio de 2015

NACIMOS PARA VENCER, NO PARA RESISTIR

Guillermo Zapata ha dimitido; la caverna aplaude y baila al rededor de la hoguera, festejando lo fácil que ha sido esta victoria. Tengo que aclarar que me he enterado de quién es el compañero Zapata estos días, no estoy muy al día de cómo se mueven los movimientos sociales en la capital del reino, pero me parece inquietante para la izquierda que los amigos del sistema establecido hayan hecho dimitir a un concejal electo por las publicaciones en Twitter de hace años.

Las personas que estamos por un proceso constituyente tenemos dos grandes problemas que están complicando nuestras posibilidades si queremos ganar el Poder (el institucional y el otro):

Por un lado, lo más importante, la desunión en función de no se sabe muy bien qué identidad que se refleja en marcas y no en líneas políticas diferentes que se podrían discutir. Esto debe ser objeto de otra entrada, ya que no se resuelve en dos líneas.

Y por otro, una cultura de la derrota que desde la izquierda tenemos asumida e incorporada en nuestra práctica diaria: dicho cruda y reducidamente, creemos que no nos merecemos el Poder.

Los que siempre han mandado, el sistema que impregna todos y cada uno de los aspectos de la vida, han conseguido hacer creer al pueblo que son ellos los que merecen mandar y que los perroflautas que hemos conseguido unos estupendos resultados electorales en las municipales estamos ahí por un cabreo ciudadano, pero que ya mismo las aguas volverán a su cauce, quizás un poco cambiado el panorama con pequeñas concesiones (que en realidad no afectan al modelo capitalista), pero que los de arriba seguirán siendo los de arriba, y los de abajo estaremos siempre bajo su bota.

No estamos construyendo un marco de referencia propia (como sí consiguió Podemos en sus primeros meses de vida, hay que reconocerlo); por lo cual, siempre que hacemos propuestas, lanzamos ideas, o simplemente respiramos, lo hacemos dentro de los límites del mismo sistema, que son muy herméticos para nosotros y muy laxos para ellos.

Mientras no seamos capaces de construir un relato propio que cree nuestros propios límites, no podremos ganar realmente (Gramsci lo explicaba mucho mejor de lo que yo podría). Este relato tiene que partir de la base clásica de las revoluciones obreras del siglo XX, somos más, estamos hartos, vamos a construir un mundo mejor, nuestra lucha es tan grande que las pequeñas diferencias que existen no son importantes, nuestra capacidad de dirigir es superior por ser colectiva.... pero sobre todo que estamos llamados a ganar, aunque cometamos fallos, por muchas equivocaciones que tengamos, por muchas ovejas negras que nos salgan; porque lo que nos estamos jugando es la supervivencia no solo de nuestra clase, si no de la sociedad tal y como la entendemos.

La sonrisa constituyente de la que habla Felipe Alcaraz aún no está asumida por nuestro ejército, aún no nos la creemos, y eso nos lleva a asumir todas y cada una de las críticas de los partidarios de la restauración.

La dimisión de Zapata entra dentro de este proceso. Nunca debería haber dimitido, porque es aceptar que son ellos los que marcan lo bueno y lo malo, no es cuestión de si nos gusta o no el humor negro (que, por cierto, a mi me encanta porque normaliza situaciones, como bien ha demostrado Irene Villa que se ha ganado mi respeto con sus declaraciones), la cuestión es quién decide lo que es aceptable y lo que no. Y su dimisión ha demostrado que nosotros no decidimos un carajo, es decir, que no somos los que mandamos.

Ahora irán a por otros compañeros como Alba Mediola, que se define como feminazi, camionera y bollera, intentando romper con el sistema patriarcal a través de la normalización de palabras que se consideran tabú para el sistema. Y siguen ganando, nos han puesto a la defensiva, todos estamos pendientes de nuestra TL en las redes sociales, vaya a ser que en algún momento hayamos dicho algo incoveniente.

No es ese el camino, tenemos que construir la sociedad que creemos. No por estar en el foco mediático tenemos que volvernos políticamente correctos, justo al contrario, tenemos que ser más irreverentes que nunca contra el poder, porque sabemos que el rey está desnudo y somos lo nuevo que viene a descubrirlo.

Para terminar, como no puede ser de otra forma en estas líneas:

Mientras gobernaba Fidel a Cuba, en la década de los '90, estaba un disidente cubano escribiendo con aerosol en una pared:
"MUERA F"
En eso justo lo agarra un policía y le pregunta:
-¿Qué estás escribiendo, chico?
El disidente mira lo que escribía y le pregunta al policía:
-¿Cómo se escribe, Flinton o Clinton?