Guillermo Zapata ha dimitido; la
caverna aplaude y baila al rededor de la hoguera, festejando lo fácil
que ha sido esta victoria. Tengo que aclarar que me he enterado de
quién es el compañero Zapata estos días, no estoy muy al día de
cómo se mueven los movimientos sociales en la capital del reino,
pero me parece inquietante para la izquierda que los amigos del
sistema establecido hayan hecho dimitir a un concejal electo por las
publicaciones en Twitter de hace años.
Las personas que estamos por un proceso
constituyente tenemos dos grandes problemas que están complicando
nuestras posibilidades si queremos ganar el Poder (el institucional y
el otro):
Por un lado, lo más importante, la
desunión en función de no se sabe muy bien qué identidad que se
refleja en marcas y no en líneas políticas diferentes que se
podrían discutir. Esto debe ser objeto de otra entrada, ya que no se
resuelve en dos líneas.
Y por otro, una cultura de la derrota
que desde la izquierda tenemos asumida e incorporada en nuestra
práctica diaria: dicho cruda y reducidamente, creemos que no nos
merecemos el Poder.
Los que siempre han mandado, el sistema
que impregna todos y cada uno de los aspectos de la vida, han
conseguido hacer creer al pueblo que son ellos los que merecen mandar
y que los perroflautas que hemos conseguido unos estupendos
resultados electorales en las municipales estamos ahí por un cabreo
ciudadano, pero que ya mismo las aguas volverán a su cauce, quizás
un poco cambiado el panorama con pequeñas concesiones (que en
realidad no afectan al modelo capitalista), pero que los de arriba
seguirán siendo los de arriba, y los de abajo estaremos siempre bajo
su bota.
No estamos construyendo un marco de
referencia propia (como sí consiguió Podemos en sus primeros meses
de vida, hay que reconocerlo); por lo cual, siempre que hacemos
propuestas, lanzamos ideas, o simplemente respiramos, lo hacemos
dentro de los límites del mismo sistema, que son muy herméticos
para nosotros y muy laxos para ellos.
Mientras no seamos capaces de construir
un relato propio que cree nuestros propios límites, no podremos
ganar realmente (Gramsci lo explicaba mucho mejor de lo que yo
podría). Este relato tiene que partir de la base clásica de las
revoluciones obreras del siglo XX, somos más, estamos hartos, vamos
a construir un mundo mejor, nuestra lucha es tan grande que las
pequeñas diferencias que existen no son importantes, nuestra
capacidad de dirigir es superior por ser colectiva.... pero sobre
todo que estamos llamados a ganar, aunque cometamos fallos, por
muchas equivocaciones que tengamos, por muchas ovejas negras que nos
salgan; porque lo que nos estamos jugando es la supervivencia no solo
de nuestra clase, si no de la sociedad tal y como la entendemos.
La sonrisa constituyente de la que
habla Felipe Alcaraz aún no está asumida por nuestro ejército, aún
no nos la creemos, y eso nos lleva a asumir todas y cada una de las
críticas de los partidarios de la restauración.
La dimisión de Zapata entra dentro de
este proceso. Nunca debería haber dimitido, porque es aceptar que
son ellos los que marcan lo bueno y lo malo, no es cuestión de si
nos gusta o no el humor negro (que, por cierto, a mi me encanta
porque normaliza situaciones, como bien ha demostrado Irene Villa que
se ha ganado mi respeto con sus declaraciones), la cuestión es quién
decide lo que es aceptable y lo que no. Y su dimisión ha demostrado
que nosotros no decidimos un carajo, es decir, que no somos los que
mandamos.
Ahora irán a por otros compañeros
como Alba Mediola, que se define como feminazi, camionera y bollera,
intentando romper con el sistema patriarcal a través de la
normalización de palabras que se consideran tabú para el sistema. Y
siguen ganando, nos han puesto a la defensiva, todos estamos
pendientes de nuestra TL en las redes sociales, vaya a ser que en
algún momento hayamos dicho algo incoveniente.
No es ese el camino, tenemos que
construir la sociedad que creemos. No por estar en el foco mediático
tenemos que volvernos políticamente correctos, justo al contrario,
tenemos que ser más irreverentes que nunca contra el poder, porque
sabemos que el rey está desnudo y somos lo nuevo que viene a
descubrirlo.
Para terminar, como no puede ser de
otra forma en estas líneas:
Mientras
gobernaba Fidel a Cuba, en la década de los '90, estaba un disidente
cubano escribiendo con aerosol en una pared:
"MUERA F"
En eso justo lo agarra un policía y le pregunta:
-¿Qué estás escribiendo, chico?
El disidente mira lo que escribía y le pregunta al policía:
-¿Cómo se escribe, Flinton o Clinton?
"MUERA F"
En eso justo lo agarra un policía y le pregunta:
-¿Qué estás escribiendo, chico?
El disidente mira lo que escribía y le pregunta al policía:
-¿Cómo se escribe, Flinton o Clinton?