Publico en esta entrada una aportación propia al debate congresual del PCE, que también se puede encontrar en http://www.pcandalucia.org/tribuna/2016/02/15/que-partido-comunista-necesita-la-clase-trabajadora/
Nada
está perdido si se tiene el valor de proclamar
que
todo está perdido y hay que empezar de nuevo
Julio
Cortazar
Lo
primero sería preguntarnos si es realmente necesario un Partido
Comunista, lo que implica plantearse inequívocamente la necesidad
para nuestra clase de un proceso revolucionario. Mi respuesta es que
no solo es necesario, si no imprescindible: el sistema capitalista se
ha demostrado incapaz de gestionar las contradicciones que produce su
existencia y para que nuestra clase pueda vivir dignamente es
necesario cambiarlo por el Socialismo, es decir, un sistema en el que
la clase dominante no sea la burguesía si no el proletariado. En
función de ello se necesita una organización de clase que sea capaz
de dirigir el proceso revolucionario cuando se produzca, además de
trabajar para la eclosión del mismo. Esa organización no puede ser
otra el Partido Comunista de España, por historia, por ideología,
por capacidad y por su militancia.
Dilucidado
esto, es cuestión de definir cuál es la mejor formula organizativa
para conseguir estos objetivos.
Como
ya hemos llegado a la conclusión de que conseguir poder
institucional poco tiene que ver con la toma real del Poder,
necesitamos sentar bases para la construcción de un contrapoder que
sea el germen de la nueva sociedad; no podemos esperar cambiar la
sociedad desde los parámetros del capitalismo, lo cual nos lleva a
la necesidad de un proceso de construcción de Poder Popular,
que tendrá avances y retrocesos, pero que es imprescindible, y
además ligado al proceso de Ruptura Democrática que ya hemos
teorizado.
La
construcción de dicho Poder Popular tiene mucho que ver con el
avance de la clase trabajadora desde clase en si a clase
para si, lo que implica, primero una toma de conciencia y
posterior empoderamiento. Y el cómo hacerlo es la madre del cordero.
Necesitamos movilización, claro, pero también ceder a los y las
trabajadoras espacio de toma de decisiones. Históricamente este
papel ha sido propio de los sindicatos de clase, el problema surge
del análisis actual que tenemos de los sindicatos, en el que
entendemos que han perdido su capacidad de concienciación de las
trabajadoras, además cambiar la lucha de movilización y huelga por
la negociación, lo que hace bascular la centralidad de las
decisiones del trabajador a sus representantes sindicales; por tanto
nos encontramos en una encrucijada en que las herramientas clásicas
no tienen validez.
Por
otro lado también partimos de un panorama desolador frente a los
movimientos sociales, la otra pata de la movilización; hoy día la
desarticulación social lleva a unos movimientos sociales débiles,
con poca militancia e ideológicamente volubles (tómese esta
aseveración como una generalidad gruesa, ya que existen
organizaciones que se salen totalmente de ella). Con lo cual también
dificulta que el Partido se nutra de activistas de estas
organizaciones para aumentar sus filas. Curiosamente, tras muchos
años defendiendo que debíamos dejar autonomía a los MM.SS. y no
incorporarlos a nuestras filas, en los últimos procesos se han
integrado sin ningún tapujo en listas electorales de otras fuerzas
políticas.
Para
que todo sea más complicado, la batalla cultural, la de las ideas,
la perdimos hace mucho tiempo, a partir de la ofensiva liberal
encabezada por Thatcher y Reagan, complementada con la reofensiva
tras la caída del muro de Berlín, con lo que nos encontramos no ya
a la defensiva, si no desarmados ideológicamente. El pensamiento
neoliberal campa a sus anchas y no hay una respuesta a la altura del
enemigo.
Sin
embargo, también es cierto que las ideas comunistas organizadas
alrededor del PCE siguen existiendo. La militancia comunista sigue
siendo el gran valor no solo del PCE, si no de la clase trabajadora,
aunque lejos de lo que deseamos, es una certeza que nuestra
militancia es la mejor formada de los distintos grupos políticos
actualmente existentes. Además la implantación territorial, sobre
todo en Andalucía, es otra de las grandes fortalezas que poseemos,
existimos en gran parte de las poblaciones y somos reconocidos por
nuestro trabajo.
Necesitamos
crecer en influencia, por lo tanto el PCE debe ser el interlocutor
entre las distintos espacios de respuesta y crecer por sus márgenes.
Y para ello necesitamos lo primero un modelo completo de sociedad,
tenemos que trabajar no solo un programa político, si no un modelo
de país, de relaciones, de cultura, de ocio... el comunismo no es
simplemente un decálogo de lo que haremos al tomar el palacio de
invierno, es una forma de dar sentido a la vida. La cultura
comunista, desaparecida de la calle, es imprescindible que vuelva a
surgir y ser hegemónica en la clase trabajadora si realmente
queremos dar la vuelta al mundo.
Con
este tablero de juego debemos ser capaces de marcar una estrategia de
crecimiento cualitativo del movimiento comunista. A partir de este
análisis hay que plantear las respuestas para superar la situación.
Metodológicamente voy a plantear 3 puntos, que deben considerarse
íntimamente relacionados, ya que no son compartimentos estancos y
están en permanente contacto entre ellos.
A
nivel social. El modelo organizativo actualmente desarrollado en
el PCE no tiene capacidad para actuar sobre la movilización, a no
ser a través de las estructuras de dirección. No significa esto
que los militantes de base no participen, pero lo hacen de forma
desorganizada y por intuición, sin directrices políticas claras.
Por otro lado, las estructuras que pueden tener más información
sobre la política a aplicar en estos espacios, generalmente están
en muchos otros frentes, la mayoría internos, con lo que no se
puede dar una relación fluida. Y por supuesto no podemos dejar de
lado la falta de organicidad en el Partido en la periodicidad de
reuniones y muchos otros aspectos, lo que implica que es mucho más
complicado romper esta inercia. Es necesario pues crear un espacio
de socialización de políticas y, por otro, una mayor atención de
los frentes donde actúan las camaradas y su seguimiento. Una de las
maneras de conseguir esto es reducir el tamaño de las agrupaciones,
proponiendo un número máximo de militantes que podría rondar los
10 camaradas, o dividir las grandes en grupos de acción (similar a
las células), donde se den espacios regulares de debate y puesta en
común y rendición de cuentas de la actividad de los militantes.
Obviamente hay que tener en cuenta que la actividad de algunos
militantes se reduce a pagar la cuota y participar puntualmente en
alguna actividad, por ello estos grupos deben buscar un equilibrio
para compensar los distintos perfiles.
Por
otro lado la dirección del Partido debe comprometerse sin excusas a
plantear en los órganos guías de acción que orienten a las
militantes sobre la línea política del trabajo que desarrollan,
desde una permanente comunicación. Los informes de coyuntura no
pueden ser el 90% del tiempo de los Comités en los distintos
niveles, los planes de trabajo y la rendición de cuentas deben ser
el centro. Un Partido dispuesto a actuar en la sociedad necesita
tener claro cual es su trabajo en ella.
A
nivel institucional. El PCE no puede dedicar su acción política
al frente institucional la estrategia prioritaria; siendo una parte
importante de la lucha política, no es la única, ni siquiera la
más importante. En los últimos años hemos reaprendido que las
instituciones burguesas, cuando las tomamos como un fin en si
mismas, acaban frenando la lucha social. De hecho, el proceso que ha
llevado a los resultados de las últimas elecciones está acelerando
esta situación, y la movilización ha frenado radicalmente. Esto
llevará a una decepción de la ciudadanía, corriendo el peligro de
que, al no ofrecerseles una alternativa, volverán a su casa y será
muy complicado recuperarlos para la lucha política en el sentido
que decía Marx.
El
modelo de organización que tenemos se basa en gran parte en los
recursos que conseguimos directa o indirectamente por las
instituciones: los trabajadores del Partido se consiguen en gran
medida de ellos, pagamos las sedes, sufragamos actos... con lo cual
lo primero es cambiar esto: necesitamos un modelo financiero que nos
permita desarrollar las finanzas al margen de la institución. Una
vez hecho esto, podemos empezar a plantear cambios en la acción
institucional, ya que no seremos tan dependientes de los resultados
electorales.
El
trabajo institucional debe ser el complemento al trabajo social,
nunca al contrario. Los camaradas que designamos para ocupar cargos
públicos deben estar al servicio de la organización y de la calle.
Debemos tender también a reducir el número de cargos públicos en
los órganos de dirección (y también de trabajadores del Partido)
para ampliar nuestra visión colectiva en los órganos.
A
nivel propagandístico. Si realmente queremos sacar al PCE de la
segunda clandestinidad necesitamos un aparato de propaganda estable.
Las ideas no viven sin organización, pero aun menos vivirán si no
somos capaces de trasladarlas a la clase trabajadora. Podemos tener
los mejores análisis y los mejores planes de acción, pero si no
somos capaces de darle difusión quedarán muy bonitos en los
informes que se presenten y poco más. Un aparato de propaganda con
una acción constante y metódica, perfectamente engrasado y capaz
de llegar a todos los lugares donde tengamos militantes es
imprescindible, no ya en el PCE, si no en cualquier partido que
aspira a ser revolucionario. No puede haber revolución si no hay
revolucionarios, y no puede haber revolucionarios sin la difusión
de las ideas.
En
definitiva, necesitamos un Partido que huya de lo superfluo y
repiense cuales son sus esencias irrenunciables. El futuro se
presenta magnífico si somos capaces de hacerlo.