Escribo a pocas horas de haber
terminado el trabajo en la Huelga General del 14 de noviembre y no
puedo estar más contento. Contento por ver como cada vez somos más
los que salimos a defender los derechos que quieren arrebatarnos;
contento por ver como la juventud, la UJCE, levanta, incluso más
arriba si cabe, la bandera de los comunistas y la clase obrera;
contento porque algunos camaradas mayores tienen aun más energía
que los secretarios políticos; contento porque no recuerdo una
manifestación más grande en todos mis años de militancia; contento
porque los comercios y los trabajadores han cerrado masivamente, en
la mayor parte sin la necesidad de actuación de los piquetes
informativos...
En definitiva, muy contento porque
hemos empezado un camino de lucha y de recomposición del movimiento
obrero organizado. Porque como decía Lenin, ese hacedor de frases
para cualquier ocasión, en la movilización se aprende más que en
diez años de cursillos de formación.
Y tengamos claro que esto solo es el
principio, entre un gobierno que hace el mal y un pueblo que lo
consiente hay una cierta complicidad, y esa complicidad está
empezando a romperse, se está construyendo una alianza rebelde que
puede llegar a sentar las bases de la respuesta que se necesita.
Que quede claro, no soy neutral ni
quiero serlo, tengo muy claro mi bando, así que a las críticas a
las acciones violentas de los piquetes solo tengo una respuesta, que
todas la violencia se la apunten en la cuenta de los que han
desarrollado la política que ha llevado este país a más de cinco
millones de parados y hace leyes para que sea más fácil el despido
(que como todo el mundo sabe para combatir el paro lo mejor es
despedir).
Hay rabia contenida en la sociedad,
claro que sí, pero también se intuye revanchismo por parte de la
derecha económica y política, que se siente en posición de fuerza
y quiere arrebatarnos lo que conseguimos con años de lucha. El
problema de eso es que están abriendo la caja de Pandora, y de ahí
puede salir cualquier cosa.
Ahora viene lo difícil, tenemos que
trabajar en estabilizar las alianzas que han conseguido hacer de esta
huelga el éxito que ha sido. Y digo lo más difícil porque lo es,
las divisiones en las fuerzas de izquierdas de este país, no solo
políticas sino también sindicales, sociales, etc, tienen que
superarse en este momento histórico. Ya no se trata de quién tiene
la hegemonía de la izquierda si no de hacer frente a las agresiones
que estamos sufriendo con la única fuerza que tenemos, la de la
unidad en torno a un programa de autodefensa de los trabajadores y
trabajadoras. Nuestro papel ahora es trabajar en la consolidación de
las plataformas unitarias que se han creado en torno a la huelga para
seguir desarrollando todo su potencial.
Pan, trabajo y dignidad, un programa de
mínimos que nos permita avanzar en un proceso constituyente de
creación de un nuevo modelo de país, basado en la ciudadanía, no
en la economía. Un trabajo difícil pero apasionante.
Sindicalistas, militantes de partidos
de izquierdas, activistas sociales, indignados en general
organicémonos, porque no tenemos nada que perder, pero en cambio
tenemos todo un mundo que ganar.
Nos vemos en la lucha.