Dadme un punto de apoyo y moveré el
mundo.
Y apareciste tú.
Begoña Abad
Antes del 2011 unas cuantas locas
queríamos cambiar el mundo, nos dábamos de bruces contra la maldita
realidad y seguíamos insistiendo con la perseverancia de los que se
saben eternos perdedores pero también insufribles luchadores, los
pelotaris incansables.
Y entonces apareciste tú, el sujeto
revolucionario, el pueblo, las ganas de cambio, la sonrisa de la
rebelión que hace temblar a los poderosos, la conciencia de que,
como no tenemos nada que perder, sabemos que solo podemos ganar.
No hay que negar que de primeras nos
dio un poco de recelo, de repente lo que decían los libros que tenia
que pasar se iba al carajo y resulta que eso de que la Revolución no
se hace, se organiza, en mayo del 2011 se puso en cuestión. Dudamos
si eras el amor de nuestra vida o si eras el que venía a robarnos la
novia.
Pero al final nos quedó meridianamente
claro, queríamos compartir contigo el resto de nuestras vidas,
porque si no existieras habría que haberte inventado (pero, por
suerte, fuiste espontáneo, libre, con tu toque anárquico que te
hace aun más bello).
Los que dicen que te has ido es que no
han mirado al rededor: estás en la panaderia hablando con las vecinas, estás en la
indignación de los que hacen cola en el INEM, estás en los
desahucios con los buenos, estás en las cenas familiares cuando ya no se
aguantan las tonterías de los cuñaos que “no son machistas,
pero...”, estás en los abuelos que se ponen un chaleco y salen a gritar
como hace 40 años, estás en los profesores que visten de verde, estás en el
orgullo de las camareras de piso que han dicho Basta a estar
invisibilizadas, estás en las miradas que han perdido el miedo a
enfrentarse a la policía para defender lo que es justo, estás en el miedo
de los poderosos que saben que tienen los días contados, estás en la
dignidad de la emigrante que, aunque tenga que ir lejos, sigue
teniendo aquí el corazón.
Y también estás en esa niña de 12 años que
no entiende como es posible que su compañera de pupitre no pueda ir
a las actividades después de clases porque no las puede pagar; y se
le ocurre que todos los compañeros pongan un euro y así ya se
arregla.
Fuiste el grito primigenio del NO y nos
enamoraste; te estás convirtiendo en el SÍ, en la proposición, y
ya no podemos siquiera imaginar la vida sin ti.
Has conseguido que el miedo cambie de bando, pero lo
más importante es que, al soltar el miedo, nos has devuelto la
alegría.