Nos enfrentamos a un
proceso electoral importantísimo el próximo 25 de mayo donde lo que
nos jugamos es la ratificación del proceso de imposición de los
postulados neoliberales en nuestro país; pese a ser unas elecciones
europeas, están tomando un tinte de plebiscito sobre el
bipartidismo.
De hecho pueden suponer
el cambio de ciclo electoral que relegue al bipartidismo a un rincón
de la historia, con una reestructuración de la aritmética
parlamentaria. El peligro es que un resultado favorable a la Gran
Coalición significaría una ratificación popular de sus
políticas de austeridad.
Es bueno en estos
momentos de incertidumbre hacer algo de Historia que nos permita
entender como hemos llegado a este punto y que es lo que puede venir
si se profundiza.
Un poco
de Historia
En la década de los 50
del siglo XX un grupo de economistas de la Universidad de Chicago
empiezan a desarrollar académicamente un nuevo modelo económico que
entra en contradicción con el Keynesianismo imperante en aquellos
momentos. La llamada Escuela de Chicago comienza a tener una gran
influencia entre los círculos neoconservadores y a marcar su línea
económica.
En 1.973 el sangriento
golpe de estado contra Salvador Allende y el pueblo de Chile permite
que Pinochet llegue al poder, y los Chicago Boys (un grupo de
economistas chilenos formados en la Escuela de Chicago) marcan la
política económica. Chile se convierte en el laboratorio de las
políticas neoliberales que después se intentarán exportar al resto
de América Latina y el mundo.
Su solución pasaba por
eliminar las competencias del Estado, quedando relegado únicamente a
ser garante de la libre competencia, y el mercado pasa a ser el
centro de todo y el que debe regir los demás aspectos de la
sociedad. Para ello es necesario transferir la propiedad pública a
manos privadas, eliminar el control de los mercados y, por supuesto,
eliminar la práctica totalidad de las competencias del Estado.
Si agudizamos un poco la
vista nos damos cuenta de que es precisamente esto lo que los voceros
del neoliberalismo están repitiendo sin cesar en las últimas dos
décadas en nuestro país. El bombardeo ideológico al que la
ciudadanía se ve sometida es parte de la hoja de ruta que se
marcaron hace ya más de 40 años.
Estos economistas
plantean que el estado del bienestar surgido del resultado de la II
Guerra Mundial, como consecuencia del equilibrio de poder entre dos
superpotencias (URSS y EE.UU.), tiene una serie de efectos negativos
que hay que vencer:
Impide la iniciativa
individual y por tanto la libertad.
Consolida una serie
de infraclases que perviven como parasitarias del Estado
Provoca perdida de
competitividad y eficacia.
Al no haber
competencia, el sector público tiene una gestión pésima.
El aumento de los
derechos sociales provoca una sobrecarga del Estado, que no podrá
soportarlo.
En realidad todas estos
planteamientos resumen una idea: ¿Por qué las clases altas
deben dar parte de sus beneficios para las clases inferiores?
Cada uno recibe lo que merece y el esfuerzo individual es suficiente,
si se quiere, para ser multimillonario... El self made man tan
popular en la cultura norteamericana llevado a sus últimas
consecuencias. Olvidando por supuesto que no todos ni todas partimos
de la misma línea de salida y las normas mínimas sobre las que se
basa una sociedad, donde todos y todas recibimos y damos en un pacto
social que permite vivir en armonía.
La experiencia en Chile
le permite conseguir sus objetivos y comienzan a exportar sus ideas
al resto del mundo. Reagan y Thatcher, en 1980 y 1979
respectivamente, ganan las elecciones en sus países y comienzan a
trabajar en su hoja de ruta.
El marco conceptual que
han conseguido crear a partir de finales de los 70 y los 80 (o dicho
de otra forma, su victoria, estoy seguro que momentánea, en la
batalla de las ideas) les ha garantizado la hegemonía social y
económica en el inicio del siglo XXI.
El caso de Tatcher es
paradigmático y es conveniente conocerlo para extrapolar
conclusiones. Su gran batalla contra las Trade Unions entre
1984 y 1985, de la que salio triunfante, pero tocada (su popularidad
descendio a mínimos y su reelección peligraba), fue un pilar clave
en la aplicación de su programa neoliberal. Los sindicatos hundidos
por esta derrota no fueron capaces de plantar cara al resto de
reformas económicas que siguió planteando. En el siglo XXI los
seguidores de la Dama de Hierro aprendieron de sus errores;
solo la guerra de las Malvinas consiguió aumentar sus indices de
popularidad y mantenerla en el poder; el trabajo con los sindicatos
en el estado español ha sido más a largo plazo y sibilino, desde el
trabajo que se realizó por parte de los defensores de los poderes
empresariales dentro de los sindicatos hasta la campaña de
desprestigio continuada que comenzó en los 90, han conseguido que la
percepción de la clase trabajadora de los sindicatos sea muy
negativa, lo que favorece indudablemente al poder del Capital frente
a los y las trabajadores.
¿En
qué momento nos encontramos en España?
Los representantes de los
intereses de los neoliberales en el Estado español son el PP y el
PSOE, como bien han venido demostrando desde la llamada transición,
con la aplicación de las propuestas de la Escuela de Chicago; si
tuviéramos que elegir un punto donde cualquier duda sobre esta
aseveración queda despejada, ese sería la votación, siendo
Zapatero presidente, de la modificación del artículo 135 de la
Constitución, que estableció que la prioridad para el estado es el
pago de la deuda (deuda, en su mayor parte ilegítima por otro lado).
Desde el inicio de esta
estafa que se ha dado en llamar crisis en 2.007 el
bipartidismo ha seguido dos líneas fundamentales: Recorte de gasto
público y recorte de derechos sociales y laborales.
Respecto al gasto público
(y hay que tener cuidado con esta palabra, el lenguaje no es neutral
y trata de convencernos sin que nos demos cuenta de que es algo con
connotaciones negativas. La palabra adecuada sería inversión
pública) se plantea que es excesivo y tenemos que reducirlo, ya que
el Estado no puede hacerse cargo... lo que recuerda poderosamente a
uno de los postulados neoliberales. Pero ¿es cierta esta afirmación?
Lo primero que sorprende
es que el gasto público español está muy por detrás de muchos de
los países de la eurozona (puesto 17 de 27 países considerados) y
por debajo de la media de la UE (España con un 45,2% y la media de
49,1%).
Avanzando en esta línea
de razonamiento es interesante conocer a que se destina esa inversión
pública. En la página
http://www.economiacritica.net/?p=2103
encontramos un interesante artículo de Alejandro Quesada Solana
donde aparecen los siguientes datos respecto a cuatro países
europeos:
Este cuadro nos muestra
el porcentaje de gasto en las distintas áreas respecto al PIB de
cada país; somos los que menor porcentaje dedicamos a protección
social (básicamente pensiones y prestaciones de desempleo), vivienda
y salud (y curiosamente también a defensa), es decir, a los puntales
del estado del bienestar; sin embargo gastamos más que nadie en
seguridad (fuerzas de seguridad del estado), asuntos económicos
(servicios dedicados a la deuda en su gran mayoría, sobre todo a
partir de los rescates de la banca y el FROB) y ocio, cultura y
religión (lamentablemente no tenemos desacoplados estos datos para
ver que se considera cada una de las tres cosas).
Es decir, la inversión
pública, además de no ser excesiva, está repartida de una forma
que no favorece a los que peor lo están pasando con la crisis a
través de servicios sociales, sino que destina una gran parte a
soportar el pago de deuda privada.
El
papel de la Unión Europea
Todo esto que se ha explicado en las lineas superiores
tiene una concreción también en Europa, donde se apuesta también
por los beneficios por encima de todo. El Parlamento Europeo está
vacío de competencias, el ente que realmente toma las decisiones es
la Troika europea, formada por el Banco Central Europeo (sin
mecanismos democráticos que elijan a sus representantes), la
Comisión Europea (formada por un único miembro por estado, elegido
por el gobierno nacional) y, atención, el Fondo Monetario
Internacional.
El conjunto nos muestra un escenario en el que los
grandes poderes políticos y económicos han avanzado en una
democracia de baja intensidad, donde la capacidad de decisión de la
ciudadanía queda reducida al derecho al voto cada convocatoria
electoral, pero se niega la participación en los asuntos que nos
afectan directamente; concluyendo, nos dirigimos hacia una autentica
dictadura de los mercados, donde lo importante es el beneficio a
costa de lo que sea, de la soberanía nacional o de los derechos
humanos incluso.
¿Qué
hacer?
La solución pasa por la lucha política (tal y como
definia Marx la lucha de clases) no restringida a el enfrentamiento
electoral, que tiene desde luego su importancia, si no también a la
batalla social, la movilización ciudadana.
En cada momento habrá que aplicar una determinada
combinación de formas de lucha según el análisis que hagmaos de la realidad concreta. Por ejemplo, de aquí al 25 de mayo
debemos volcarnos en la campaña electoral, intentando asegurar los
mejores resultados posibles, de cara a tener la mayor posibilidad de
influencia en el Parlamento Europeo, teniendo claro que al día siguiente tenemos que seguir
trabajando en la movilización social, a través de plataformas
unitarias, del sindicato, de cualquier grupo que se rebele contra la
situación actual...
El actual momento es de acumulación de fuerzas, lo que
significa que nuestra tarea pasa por trabajar en los distintos
espacios que consideremos necesarios al mayor nivel posible, ya sean
desde escaños institucionales o desde la plataforma surgida del 22
de mayo de 2013.