domingo, 1 de junio de 2014

Maldición, hemos sufrido una victoria

Cuando empecé a militar en las JCA, allá por el 97, uno de los temas recurrentes entre los militantes de mi colectivo era ¿Te imaginas lo que sería vivir victorias? Contextualizo, por entonces se estaba dando un cambio de ciclo electoral, IU tras haber tenido una subida espectacular (quizás en parte debida al espacio que nos daban los medios de comunicación como El Mundo por nuestra labor de desgaste frente al gobierno socialista) empezaba a perder fuelle. En Málaga, tras los históricos 9 concejales en el ayuntamiento y más del 28% de los votos, se palpaba un agotamiento en la organización (en el 99 sacamos 3 concejales y poco más del 9% de los votos), algo muy parecido se daba a los distintos niveles, Andalucía, generales...

En aquellos días de inicio de militancia y en los años posteriores recurrentemente volvíamos a hablar de los bonito que sería vivir una victoria, aunque fuese electoral. Fueron tiempos duros para la militancia, que, visto ahora, supongo que aguantamos por una fe inquebrantable en que teníamos razón y que la única solución de este mundo era la construcción del socialismo. La dignidad del vencido como decía alguien, el “prefiero morir de pie a vivir arrodillado”.

Antes de entrar a militar veía en la tele y los periódicos a gente como Julio Anguita o Antonio Romero y me parecían héroes, así, sin paliativos; eran los únicos capaces de decirle a Felipe González (y aquí hay que tener perspectiva histórica de lo que significaba entonces su figura) que tenía las manos manchadas de sangre y que era un traidor a la clase obrera. Izquierda Unida representaba para mi casi, casi, lo mismo que ese grupo de locos que bajaron del Gramma y de repente ganaron una revolución (claro que por aquel entonces no tenía yo muy claro que las revoluciones no se hacen, si no que se organizan). Se había construido un imaginario colectivo donde IU representaba la esperanza de que las cosas podían cambiar.

… Y entonces Izquierda Unida empezó a tener éxitos electorales....

Pero resulta que los éxitos nunca son suficiente, siempre queremos más, no fuimos capaces de gestionar el éxito. Después de tener 21 diputados y 9 concejales, nuestra sensación era de derrota. Y resulta que después los magníficos resultados empezó la travesía del desierto, durante interminables años IU quedó como una fuerza testimonial (salvo en algunos ayuntamientos)... Una nube negra se apoderó de la organización en esa travesía, sabíamos que teníamos razón, pero la sociedad estaba corrompida por los medios de comunicación que nos impedían llegar a los ciudadanos, la gente era tonta porque se creía las mentiras del régimen bipartidista, la burbuja económica tenía adormecida a la población....

Y pasaron 10 años.

Volvemos a subir electoralmente, en la calle vuelven a tener vigencia nuestras ideas y las movilizaciones sociales que tienen reivindicaciones prácticamente calcadas de nuestros programas consiguen llenar Madrid y lo que se propongan. Pero sin embargo estamos desconcertados. Las últimas elecciones europeas nos vuelven a colocar como tercera fuerza política, el bipartidismo ha sufrido el mayor golpe desde la llamada transición, en los bares nadie se atreve a decir que ha votado al PP o al PSOE... pero no hay alegría en la organización.

Si Felipe Alcaraz escribiese una novela sobre la noche del 25 de mayo de 2014, en algún párrafo aparecería un personaje que con voz profunda diría “maldición, hemos sufrido una victoria

Parece intrínseco a la militancia de izquierdas en este periodo histórico, no podemos permitirnos ser felices. Y, o cambiamos esto o volveremos a la travesía del desierto.

Cuando casi tres millones de personas han decidido echar un voto a las urnas que claramente se enfrenta al sistema establecido, a la troika y al bipartidismo; cuando además lo hace por la izquierda de una manera nítida... no podemos permitirnos dudar.

Hoy estamos un paso más cerca de cambiar este sistema, los potenciales aliados en la consecución de nuestros objetivos son muchos más ahora, así que tenemos la responsabilidad histórica de sabernos vencedores.

Estoy harto de la dignidad del vencido, quiero probar la humildad del vencedor.

Nos toca irremediablemente crear nuestro propio imaginario para que una chica de 17 o 18 años vea en IU héroes como veía yo, que en las reuniones de las asambleas y agrupaciones no debatamos solo de si Willy Meyer es el mejor candidato o si el método de las primarias en Andalucía es el más adecuado, que también hay que discutirlo, por supuesto, pero que una vez visto ese punto, nos planteemos que vamos a hacer cuando gobernemos Málaga después de las próximas municipales.

En definitiva, y aunque suene muy zapateril pero que no se nos olvide que Benedetti era comunista, nos toca defender la alegría como una trinchera, defenderla del escándalo y la rutina, de la miseria y los miserables, de las ausencias transitorias y las definitivas, defender la alegría como un principio, defenderla del pasmo y las pesadillas, de los neutrales y de los neutrones, de las dulces infamias, y los graves diagnósticos, defender la alegría como una bandera, defenderla del rayo y la melancolía, de los ingenuos y de los canallas.

Porque, que no se nos olvide, el comunismo es sobre todo la esperanza de que somos capaces de construir un mundo mejor.



Y yo me reclamo comunista.

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